Procesiones: Los Encapuchados de Sorrento y la Pasión de Blancos y Negros

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En toda la península de Sorrento, encapuchados iluminan las calles y los estrechos decumani con sus antorchas, creando un silencio evocador que envuelve a quienes, a los lados de la carretera, siguen el ritmo lento y sereno de la procesión.

Este ritual penitencial nació en 1300 con la flagelación de los laicos, luego en el siglo XVI se convirtieron en manifestaciones religiosas profundamente sentidas por los lugareños que transmitieron su lugar en procesión de padres a hijos.

Son diferentes las procesiones que organizan las numerosas cofradías de los pueblos de la península y se distinguen entre sí por el color de las túnicas, los horarios de salida y los coros que las acompañan, pero todas comparten los llamados misterios.: los símbolos de la crucifixión de Jesús como los clavos, el sudario, la bolsa con las treinta monedas de Judas, la palangana en la que Poncio Pilato se lavó las manos, etc. Cada procesión se abre con coros de niños o mujeres acompañados por el banda, mientras que hacia el final, al fuerte olor a incienso que ahora llena todo el aire se unen las voces masculinas de los coros encapuchados que cantan el Miserere a capella para cerrar el rito.

La más conocida es la de Sorrento que comienza con la procesión de Nuestra Señora de los Dolores, la «Visita a las Tumbas», más conocida como Procesión Blanca organizada por la Archicofradía de Santa Mónica, donde en las primeras horas de la noche del viernes todos los Los hermanos con hábito y capirote blanco portan la imagen de Nuestra Señora de los Dolores recorriendo las distintas tumbas en busca de su hijo hasta las primeras luces del alba. Si bien la procesión del “Cristo muerto”, también conocida como procesión negra, es organizada por la “Venerable Archicofradía de la Muerte” en esta procesión, además del Cristo depuesto, se exaltan a los mártires de Cristo como los clavos, los lanza que atravesó el costado y los dados de Judas. En este los hermanos visten trajes y capuchas negros y los cantos del miserere se caracterizan por el sonido de una trompeta en cada cruce de caminos.

Ambas procesiones se abren con el redoble de tambores que rompe el silencio de la oscuridad, las estatuas de madera de la Virgen y del Cristo son llevadas a hombros por quienes transmiten sus roles de padres a hijos, luego la procesión se desarrolla gradualmente con antorchas, mártires y marchas fúnebres interpretadas por la banda musical, hasta llegar al corazón de la parte más evocadora, el Miserere final en estilo gregoriano y versos latinos cantados por trescientos cantantes.